Por: Leonardo Boff.
01/05/2015
Una de las palabras más difamadas en el lenguaje político neoliberal y
capitalista es seguramente la de “socialismo”. Se entiende el por qué,
pues el socialismo aparece en la historia como un proyecto alternativo a
la perversidad del capitalismo, ya sea como modo de producción ya sea
como cultura globalizada, hostil a la vida e incapaz de traer y
generalizar felicidad.
Se alega que el socialismo nunca dio buen resultado en ningún lugar
del mundo. Tal vez una de las razones para mantener el boicot a la Cuba
socialista durante tantos años por parte de Estados Unidos se deba al
deseo de mostrar al mundo que el socialismo realmente no sirve y no debe
ser buscado como forma de organización de la sociedad. Obama tuvo que
reconocer que en eso Estados Unidos ha fracasado. El capitalismo no es
la única forma de organizar la producción ni una sociedad. Además, hemos
presenciado el derrumbe del socialismo realmente existente en la URSS,
que suscitó un entusiasmo casi infantil en el ideal capitalista como
triunfador y la verdadera solución final de los problemas sociales.
Pero es forzoso reconocer que aquel “socialismo” nunca fue el
socialismo pensado por sus teóricos hace ya tres siglos. En realidad era
un capitalismo de Estado autoritario, pues solamente este, y no todo el
pueblo, podía acumular y a través de él y de los miembros del partido
construir el proyecto socialista, Pero si tomamos como parámetro
criterios humanísticos, éticos y sociales mínimos, debemos reconocer que
el productivismo en general y el capitalismo como su mayor expresión
tampoco han dado buen resultado. ¿Cómo puede resultar bien un sistema
que se propone un ideal mezquino de enriquecimiento ilimitado, sin
ninguna otra consideración? Sometió a toda la clase obrera en Europa y
en otras partes a los intereses del capital, acendrando la lucha de
clases, conquistó y destruyó pueblos enteros en África y, en parte, en
América Latina, reduciéndolos hasta hoy miseria y a la marginalidad.
Devastó y sigue devastando ecosistemas enteros, deforestando gran parte
del área verde del mundo, envenenando los suelos, contaminando las
aguas, y el aire, erosionando la biodiversidad a razón de cien mil
especies de seres vivos al año, según datos del eminente biólogo Ewdard
O. Wilson, destruyendo la base físico-química que sustenta vida y
poniendo en peligro el futuro de nuestra civilización, suscitando la
imagen tétrica de una Tierra depredada y cubierta de cadáveres y
eventualmente sin nosotros, como especie humana?
Ese sistema, según cálculos hechos por economistas que asumen el dato
ecológico, sirve bien solamente a unos dos mil millones de personas que
se ahogan en un consumo suntuoso y en un desperdicio atroz. Pero sucede
que somos ya más de siete mil millones de personas, mil millones de las
cuales viven en la más clamorosa pobreza y miseria. Todavía más, y se
han hecho los cálculos: si este sistema quisiese universalizar el
bienestar de los países opulentos como Estados Unidos y Europa
necesitaríamos por lo menos tres Tierras iguales a esta.
¿Qué sistema atenderá las necesidades fundamentales de la humanidad
carente? No será el capitalismo que, allí donde llega, consigo dos
injusticias: la social con la riqueza de pocos y la pobreza de muchos, a
base de la explotación, y la ecológica con la devastación contundente
de la naturaleza.
Sobre él, un día que no sabemos cuándo, vendrá severo el juicio de la
historia y le cobrará los millones de víctimas producidas en los siglos
en que estuvo vigente, cuyos gritos suben al cielo clamando por una
justicia mínima y por el respeto a su dignidad, siempre negadas.
Dejando de lado los varios tipos de socialismo, comenzando por el
socialismo utópico (Saint Simon, Owen, Fourier), el socialismo
científico (Marx y Engels), el socialismo autoritario-dictatorial
(estalinismo) y el socialismo democrático (Schumpeter; no confundirlo
con la social democracia), nos vamos a restringir al ecosocialismo
contemporáneo. Surgido en los años 1970 con Raymon Williams
(Inglaterra), James O’Connor (USA), Manuel Sacristán (España) y entre
nosotros con Michael Löwy (O que é ecossocialismo, Cortez 2015), se
aleja de los socialismos anteriores y presenta una propuesta radical que
«busca no solo la transformación de las relaciones de producción, del
aparato productivo y del modelo de consumo dominante, sino sobre todo
construir un nuevo tipo de civilización, en ruptura con los fundamentos
de la civilización capitalista/industrialista occidental moderna» (Löwy,
p. 9-10).
Los tópicos principales de esta propuesta han sido expuestos en el
Manifiesto Ecosocialista Internacional (2001) que dio origen a la Red
Ecosocialista Internacional (2007). En la Declaración Ecosocialista de
Belém (2007) se dice claramente: «la humanidad enfrenta hoy una elección
extrema: ecosocialismo o barbarie… se busca parar e invertir el proceso
desastroso del calentamiento global en particular y del ecocidio
capitalista en general, y construir una alternativa práctica y radical
al sistema capitalista» (Löwy, pp.114 e 119).
Esta propuesta se alinea con lo que propone también la Carta de la
Tierra, fruto de una amplia consulta a la humanidad, de larga duración
hasta ser aprobada y asumida por la UNESCO en 2003.
Dentro de poco todos seremos ecosocialistas, no por opción ideológica
sino por razones matemáticas: disponemos solamente de los escasos
bienes naturales existentes con los cuales debemos atender a todos los
humanos y a toda la comunidad de vida. O repartimos tales bienes con un
mínimo de equidad entre todos o no habrá un Arca de Noé que nos salve. O
la vida o la muerte.
Véase mi libro Del iceberg al Arca de Noé, Record, Río 2010.
Traducción de MJ Gavito Milano
Fuente: https://leonardoboff.wordpress.com/2015/05/01/el-ecosocialismo-un-proyecto-prometedor-para-salir-de-la-actual-crisis/
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